miércoles, 3 de agosto de 2011

Pony, el árbol ciego.


Había una vez...

No, no debería empezar como si de un cuento se tratase, porque no lo es. Con los cuentos, los niños duermen, pero con las historias de terror no. Y aunque, este pequeño fragmento no de miedo, si da nostalgia, y por tanto, ausencia de sueño, al menos por mi parte.

Un día como otro cualquiera, algo más especial que el resto, debido tal vez al insomnio de la noche anterior o de los nervios de la mañana siguiente, ese día, empezaba la pequeña aventura. Una aventura, un pequeño viaje, pero no con el que viajarías con toda la familia o tan solo con tus mejores amigos. Este camino solo era para dos personas, que se quieran y que tengan algo en relación, no tan solo en el apellido de sus futuros hijos o del nombre del buzón de la casa.

¿Nuestro primer viaje? Hacia la Tierra de Los Vientos, cuyo día sería perfecto. Siempre a tu lado, por si me caigo y no recuerdo como levantarme.

¿Nuestro segundo viaje? Hacia la Tierra de Los Muertos, al que tal vez solo los más vivos podrían visitar a los menos afortunados. Tumbas, flores, lágrimas... Personas vestidas de negro y esperando un milagro.

¿Nuestro tercer viaje? Hacia la Tierra de los Valientes, en el que solo los más valientes podían pisar esta tierra sagrada. Allí, se hallaba un árbol de grandes ramas y de un robusto tronco, muchos de los ancianos del lugar contaban la leyenda de que ese árbol en especial, era el más sabio. Pero se había quedado ciego, ciego de amor, como seguramente le hayan pasado tanto a los más inteligentes, como a los más incultos, porque es lo más natural del mundo, de los humanos, de los animales, y hasta de los árboles.

Bajo ese árbol, escribiré tu nombre junto al mío, sobre el lugar más especial del Planeta Tierra, y la única forma de borrarlos, sería de la perforación de las piedras dentro de unas décadas, pero para entonces, ya dará igual, porque lo sabrás. Y después gritaré a los cuatro vientos lo mucho que te quiero, porque aún no puedo susurrártelo.

Espero que jamás acabe nuestro viaje, porque entonces no encontraré la forma de dormir, cántame pequeña caja de música, o tócame esa dulce melodía que siempre tocas en mis sueños.


No sigas, sin mi no. Promise me.