domingo, 20 de marzo de 2011

Secretos.



-¿Te puedo contar un secreto?
-Si me lo cuentas ya no sería un secreto, ¿no te parece?
-Seguiría siéndolo...Sería NUESTRO secreto.
-Entonces cuéntamelo.
-Antes mi vida no tenía sentido, hasta que llegaste tú y la cambiaste.
-Los cambios muchas veces no son buenos.
-Y otras veces sí, como ahora.



miércoles, 2 de marzo de 2011

Una triste historia de amor.

Emma fue caminando al instituto, con los cascos puestos y la música a todo volumen. Contaba sus pasos, 26 a la izquierda, 2 rectos y 9 a la derecha. Cruzaba la calle por el paso de peatones, pisando solo las rayas blancas y volvía a hacer sus cuentas, esta vez dando saltos mientras cantaba. Llegó al instituto, entró por la puerta trasera para evitar encontrarse con sus compañeros de clase, bajó por unas escaleras donde no había nadie, se sentó allí, y espero a que tocara la campana. Vio como todos entraban, entonces salió de su escondite y un grupo de chicas la vieron, se empezaron a reír escandalosamente y parecía que hablaban de ella, pero no le dio demasiada importancia. Dio varias vueltas por el centro, pero no encontraba su clase. Venga, no podría ser tan difícil, el día anterior ya había estado allí. Alguien la empujó, perdió el equilibrio y cayó. Era un chico de su clase, el cual ni siquiera recordaba su nombre, y le ayudó a levantarse.

-¡Hola Emma! ¿Te he echo daño? No miraba por donde iba.
-Hola...¿Cómo decías que te llamabas? Yo tampoco miraba, no te preocupes.
-Me llamo Erick, te lo dije ayer. No se te dan muy bien los nombres, ¿verdad?
-Para nada, creo que a lo largo del día lo olvidaré de nuevo.
-Entonces te ayudaré a recordarlo, ¿vamos a clase?
-Sí, ¿dónde estaba? Tampoco lo recuerdo.

Subieron unas escaleras del ala oeste, tapizadas de color caoba. Recorrieron un largo pasillo, decorado con cuadros pintados por los alumnos y vio uno dibujado por un tal Benny. Se titulaba "Una triste historia de amor". En él, había un tren de vapor bastante antiguo, en una estación aún más antigua. Sentado en un banco, se encontraba un hombre aparentemente joven, totalmente vestido de negro, con la mirada perdida y algo triste. Después, entraron en la clase y se sentaron en la segunda fila, junto a la ventana. El cielo estaba cubierto de nubes esponjosas y habían pájaros volando. Se podía incluso ver las canchas y un pequeño jardín lleno de margaritas y tulipanes.

Tocaba matemáticas, y no era una asignatura que le entusiasmara. Su profesor, el señor Walter entró por la puerta, era moreno, llevaba una camiseta a cuadros y tirantes negros. Parecía tener unos 50 años. Y se pasó toda la clase haciendo cuentas en la pizarra. A segunda hora, le tocaba lengua con la señorita Keysi, una mujer joven, pelirroja y la cual siempre estaba demostrando que se sabía todo el diccionario. A tercera hora le tocaba historia, con el señor Ben, que llevaba una camiseta negra y unos pantalones vaqueros. No era ni muy joven, ni muy viejo. Parecía gustarle mucho, tal vez demasiado, las cosas antiguas, los coches, las avionetas y sobretodo los trenes.

Tocó la campana, y todos se dirigieron al patio. Emma fue al jardín, además de las margaritas y los tulipanes, había un cerezo, que aún no había florecido. Apoyó su espalda contra el tronco y sacó su desayuno de la mochila. Cuando iba a morder el bocadillo, alguien abrió la puerta del jardín. Era Erick.

-¡Al fin te encuentro! Te he estado buscando por todas partes Emma.
-Lo siento, no sabía que me estuvieras buscando, ¿qué es lo que querías?
-Quería comer contigo, espero que no te importe.
-Prefiero comer sola, no me gusta que me miren mientras estoy comiendo.
-No te miraré...

Estuvieron un tiempo comiendo en silencio, mirando el cielo, buscando nubes en ese inmenso cielo, pero estaba totalmente despejado y sin indicios de lluvia. Los dos terminaron de comer y se miraron.

-¿Ahora te puedo mirar?
-Claro, ¿te he dicho que tienes unos ojos preciosos?
-No, no lo habías hecho.
-¿Cómo pude olvidar algo así?
-No tienes mucha memoria.
-Conseguí recordar tu nombre y en menos de 3 horas, todo un logro para mí.
-Tu también tienes unos ojos preciosos.
-¿Podrías conseguir que me sintiera en una montaña rusa sin moverme de mi sitio?
-Sí, cierra los ojos, e imagina que estás en un parque de atracciones.

Emma cerró los ojos y Erick se acercó a ella, la empujó contra su pecho y la abrazó con mucha dulzura. Después le dijo que abriera los ojos, y la besó.