jueves, 30 de junio de 2011

Noche del 96


Me encontraba yo, a punto de entrar en ese bar que ahora estaba tanto de moda, Razzi, o algo así, nombre que jamás terminaré de entender y por qué era tan cool. Estaba con mi mejor amiga, Clarissa, que creía que el nombre se lo habían puesto después de comer arroz en el Chino rancio de enfrente.

Me daba pánico usar esos carnets falsos que nos vendieron a 600 pesetas de dos chicas de 18 años que ni siquiera se parecían a nosotras, menuda estafa. Teníamos 17 años, tampoco es que fuera algo totalmente ilegal, solo nos quedaba un año, suficiente para madurar. Así que entramos por la puerta trasera del local y tuvimos suerte de que no hubiera ningún guardia de seguridad, y que en su lugar hubiera un tío vomitando encima de los zapatos de su novia, que a continuación le dio un cachetón, bien por ella.

El ambiente que había me gustó, todos bailaban en plan parejitas, habían velas aromáticas por todas partes, olía realmente bien, algo que me encantaba, pero que Clary odiaba, como todo perfume que me echaba. Las luces de neón iluminaban el lugar y en el escenario, un grupo de pop encantador, por sus letras, por la composición de la misma y por lo atractivos que eran. Pero eso no era suficiente para Clary, que odiaba todo lo que tenía que ver con canciones de amor y pasteleos. Aunque se quedó para hacerme compañía, como les decía, mi mejor amiga.

El cantante, que estaba en el centro del escenario, como la mayoría de los cantantes, me miraba fijamente mientras gritaba: ¡Somos Los Rugrats, les va a encantar!

-Pues sí, el nombre les viene ni que pintado, parecen unos bebes, ¿has visto las pintas de ese? Pero si lleva pañales y una chupa colgando del cuello, ésto no mola.
-Vamos, Clary, es muy gracioso, ya verás como ahora se ponen a llorar de la emoción cuando les aplaudamos.

Cuando acabó esa canción, todos aplaudieron, parecía haberles gustado. Clary y yo nos fuimos a la barra de aquel bar, esperando que alguien nos invitara a un chupito de Tequila, pero tuvimos que comprarlos nosotras mismas, por desgracia. Al terminar el limón, me di la vuelta, y allí estaba el cantante, con ese babero de colores, que ponía en letras grandes: "Rugrats".

-¿Te gustó mi canción?
-Sí, ¡me encantó! ¿A quién va dedicada?
-A ti, ¿cómo te llamas?
-Naruko, Naru para los amigos, ¿y tú?
-Jamás había oído ese nombre, pero es muy bonito. Yo me llamo Máximo, pero para los amigos Max.
-Encantada de conocerte, Max.
-¡Y yo me llamo Clarissa! Pero puedes llamarme Clary, no te cortes.
-Hola, Clary.
-Tus canciones son terribles, pero eres bastante mono y carisma no te falta, además, ese babero te sienta genial, ¿nos invitarías a un chupito? Después, si quieres, te lo puedo compensar, ya me entiendes, baby.
-Clary... Joder, ¿es que no te puedes quedar callada?
-¿Y perderme esto? No te traigo para que me eches sermones, Naru, te traigo para que nos divirtamos un rato.
-Chicas, chicas, les invito a lo que quieran.

Mientras pedíamos los chupitos, Clary se fue del bar con el guitarrista, John. Entonces me quedé a solas con Max, esperando que no tardara mucho en llegar e irnos a casa ya. Pero entonces, se acercó a mi, podía oler perfectamente el olor de su cabello y me detuve al querer acariciarlo.



-Naru... ¿Quieres ser mi musa? Eres preciosa.
-¿Tu musa? ¿A qué te refieres Max?
-Todo cantante tiene a una chica que la inspira en sus canciones y yo necesito una, necesito a alguien como tú, y creo que tú eres perfecta.
-¿Lo dices en serio? ¿Por qué yo?
-Porque la primera vez que te vi, sentí que tú eras ESA persona, la persona con la que querría compartir mis días, cada uno de ellos, sin excepción alguna.
-Si tan seguro estás de ello, bésame, y así tal vez lo sabrás.
          Adelante, seré tu musa.